La extraordinaria muralla, orientada a la salida del Inti, el Dios Sol, despierta el interés por cómo fueron ascendidas a los 2,792 metros sobre el nivel del mar, y cautiva por los restos de diversas figuras geométricas, chacanas, rombos, figuras zoomorfas o felino morfas, elementos de la cosmovisión, que fueron cuidadosamente esculpidas.
Según la antropóloga Arminda Gibaja Oviedo, en su libro «Ollantaytambo y su arqueología», el espacio sagrado pudo ser un gran centro ceremonial, de no ser por las piezas líticas abandonadas «debe formar parte de lo que se constituirá en el emplazamiento de un templo al Dios Sol».
Los monolitos de 3.32 a 4.20 metros de alto y 1.30 a 2.40 metros de ancho, lamentablemente durante los primeros años de la presencia española debieron sufrir el expolio, pero no pudieron borrar las huellas de los elementos iconográficos de gran valor, que es admirado a detalle.
Este espacio, sin duda, es uno de los más importantes, pero no el único a conocer, según explica a la Agencia Andina Isabel Encarnación Béjar Quispe, coordinadora del parque arqueológico por el Ministerio de Cultura, al sostener que el polígono de 34,800 hectáreas, con 204 sitios muestra mucho más.
Dentro de este fabuloso espacio que el Inca Garcilaso de La Vega destacó que en la época Inca fue un «jardín y lugar de recreación», se preserva vasta riqueza cultural, patrimonial, paisajísticas y religiosa «se tiene una zona monumental de 18 hectáreas inscrito en Registros Públicos y de administración directa del Ministerio de Cultura. Es la que está expuesta al turismo», puntualiza Béjar.
Dentro del área en mención, a la que se accede después de pasar por Ollantaytambo Pueblo, hay sectores arqueológicos como: el Templo del Agua, la Fuente Ceremonial, el Baño de La Ñusta, el Sector Pre Inca, las Diez Hornacinas, Inca Misana, las Qolqas, Inka Watana, la zona militar y el Templo del Sol.
Ollantaytambo, según Isabel Béjar, no fue un espacio abandonado, como lo fue en un periodo Machu Picchu, hubo presencia pre inca, inca y española «en la etapa de transición, grandes espacios han sido modificados en Ollantaytambo Pueblo, así tenemos el sector de Qosqo Ayllu», explica la coordinadora, aseverando modificaciones en la arquitectura.
Batalla épica
Sin embargo, hay un momento clave en la historia, ya que, este gran baluarte, que se atribuye la modificación al Inca Pachacuteq, fue el fuerte para la resistencia de Manco Inca «el despliegue de valor y maestría en el manejo de las armas de los capitanes nativos y la heroicidad y valentía innegables de Manco Inca, hijo de Wayan Qhapa, se alcanzó la victoria de las armas incaicas sobre las hispánicas», cita con orgullo Gibaja Oviedo en su libro.
La batalla fue en enero de 1537 entre las fuerzas de Manco Inca y la de Hernando Pizarro «los constructores del Tampu utilizaron de manera extraordinaria la abrupta topografía del terreno y los meandros del río Vilcanota para evitar su penetración y donde el fuerte era vulnerable», agrega Gibaja.
En este valle los nativos inundaron los espacios para debilitar a la caballería de españoles, que ante la incapacidad se retiraron durante una noche «donde utilizaron fosos con estacas, empantanamientos, incendios y grandes humaredas, construcción de muros en seco por la prisa, hoyos para inmovilizar los caballos por sus patas incluso su cercenamiento», especifica la antropóloga.
Después de esta victoria, los españoles avanzaron, lo que obligó a Manco Inca y sus fuerzas a abandonar Ollantaytambo para adentrarse en Vilcabamba.
Ollantaytambo, de acuerdo a Isabel Béjar, fue un lugar privilegiado para la elite Inca, al contar con lugares religiosos, administrativos, políticos y militares «tenemos espacios ceremoniales el templo del Cóndor, del Sol, que han tenido un proceso constructivo, que nunca, prácticamente, terminó de construirse. Manco Inca es quien modifica gran parte de la arquitectura, eso para ser el fortín contra los españoles».
Los líticos para Ollantaytambo
Para la construcción de Ollantaytambo fue necesario los elementos líticos de las canteras de Cachiccata ubicadas a cuatro kilómetros, en la margen izquierda de la cuenta del río Vilcanota, parte alta «tenemos evidencias que en el trayecto de Cachiccata y la zona monumental grandes bloques líticos venían siendo trasladados», señaló en referencia las piedras Riolita rosada, diferentes a las de Machu Picchu.
Turismo en crecimiento
Después de la emergencia sanitaria por la pandemia de covid-19, hubo un proceso de reactivación y Ollantaytambo y ya volvió a las cifras «prepandemia» con las más de 2,000 visitas diarias y en temporada alta se llega hasta las 3,700 (entre junio y diciembre), siendo los visitantes en un 50 % extranjeros (norteamericanos, europeos y asiáticos) y el otro nacionales.
Según Isabel Béjar, los visitantes disfrutan del Templo del Sol y de las Fuentes Ceremoniales con mayor atención «se quedan alrededor de dos horas y luego se retiran».
Ollantaytambo Pueblo
Los visitantes también quedan maravillados con la Ciudad Inca Viviente de Ollantaytambo, por la importante evidencia arqueológica, de donde incluso parten a las colcas de Pincuyuna, donde hay ocho espacios o graneros donde se hallaron restos de gramíneas y tubérculos.
A la fecha no hay proyectos de investigación arqueológica en Ollantaytambo, solo trabajos de mantenimiento en la zona monumental expuesta al turismo y al deterioro, con labores preventivas para la conservación ante posibles desgastes.
Paralelo a las gradas líticas Inca que ascienden a la cumbre, se han colocado hace un tiempo graderías de madera que están a modo de prevención, pues se advirtió la caída de rocas y piedras por una falla geológica existente. Estas gradas serían retiradas en los siguientes meses.
«Tenemos una pequeña sección donde hay deslizamientos de rocas, un afloramiento rocoso que está suelto y cuando llueve empiezan a caer fragmentos», relató la coordinadora del Ministerio de Cultura, sosteniendo la importancia de un plan para el cuidado de los sectores de «Balconpata» y parte baja.