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07:42 | Quinua, Ayacucho jul. 29.
Por Julio Castillo Bellido, enviado especial
El Santuario de la Pampa de Ayacucho, donde el 9 de diciembre de 1824 ocurrió la batalla entre patriotas y realistas, que selló la Independencia del Perú y de la Sudamérica hispánica, hizo sentir, en el día de la Patria, 28 de julio, ese fervor y patriotismo a un gran público masivo que llegó hasta este lugar para conocer el escenario donde España asumió su derrota.
Desde muy temprano cientos de turistas llegaron desde Huamanga (capital de la región Ayacucho) al distrito de Quinua, en todo tipo de vehículos ya sea particulares (autos, camionetas) y otros en colectivos tipo coaster de las empresas operadoras de turismo que tuvieron gran actividad y clientes por el feriado largo de 4 días.
“La verdad hay bastante público y no nos podemos quejar, pero esperábamos más”, afirmó una joven guía turística al afirmar al mismo tiempo que quizá la Expo Perú Los Andes- Edición Bicentenario “está jalando al público” aunque también mencionó que el mal estado de las carreteras es otras de las causas por lo que no hay un público más masivo “aunque aún nos queda un feriado” agregó animoso.
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La entrada gratuita, ante la disposición del Ministerio de Cultura para promover el turismo, sorprendió y alegró a muchos porque la mayoría llegó en grupo, en familia. “Ahora si va a alcanzar para alquilar el caballo para no sufrir tanto con la subida“, expresó con una amplia sonrisa una jovencita de unos 16 años mientras hacía su ingreso junto con sus padres y hermanos.
Justamente, apenas los visitantes empiezan a subir la escalinata para la puerta de ingreso, custodiada por el personal del Sernanp (Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado), aparecen los jaladores (hombres y mujeres) ofreciendo servicio de paseo en caballo por 10 soles en un recorrido de unos 200 metros, para evitar que la subida les afecte.
Muchos aceptan la propuesta de subirse a los equinos, correctamente preparados con sillas de montar y estribos que luego es jalado por una soga por muchachos que trabajan para los dueños de los caballos. La oportunidad no es desaprovechada por los jinetes momentáneos para tomarse las fotos y llevarse un hermoso recuerdo de haber montado un caballo.
A la entrada también hay innumerables puestos de ventas de todo tipo de artesanías de todas las formas, colores y tamaños así como de sombreros, gorros, chompas, chalinas, pequeños llaveros de lana con diversas figuras alusivas a la cultura de los pueblos de Ayacucho.
También hay puestos de comida tradicional (chicharrones de cerdo, truchas, puca picante, choclo, queso, papa de diversas variedades, entre otros).
La subida es lenta y porque el cuerpo, sobre todo de los que vienen de la costa -“el soroche puede ser cosa seria”, afirman algunos-, tiene que acostumbrarse a los 3.200 metros sobre el nivel del mar en que está ubicado el Santuario de la Pampa de Ayacucho.
La mayoría llega en grupos de tres como mínimo y muchos son familias que no pueden ocultar su emoción de llegar a un sitio tan importante en la historia del Perú.
Apenas se sentían a pocos metros del santuario, ubicado al pie del cerro Condorcunca, los niños y jóvenes tomaban más prisa para quedarse admirando el imponente escenario del cual les hablaron en sus clases y que ahora podían pisar el terreno, donde las tropas patriotas comandadas por el general Antonio José de Sucre derrotaron a las fuerzas realistas lideradas por el entonces virrey José de la Serna,
“Papá, papá, dónde estaban los españoles” preguntaba un niño casi adolescente de unos 13 años a su padre, ávido por imaginarse cómo ocurrió la batalla que fue crucial para los patriotas y Sudamérica, tal como le han enseñado en sus aulas sus profesores. “Arriba cerca al cerro“, responde el padre mientras seguía caminando rumbo al imponente obelisco en homenaje a los héroes de Ayacucho.
El obelisco, que en su base es un museo -recientemente restaurado-, en homenaje a los héroes de Ayacucho, es impresionante y domina todo el escenario en el que ocurrió la batalla y puede ser visto desde muy lejos porque tiene una altura de 44 metros incluida la plataforma que lo sostiene.
Es el sitio preferido para todo tipo de fotos tanto en el mismo lugar así como desde lejos para tenerlo de fondo o formar figuras con la mano, acto al que ayudan los fotógrafos del lugar, que cobran entre 10 y 15 soles por la foto de 20×25, a todo color, que la imprimen de inmediato con sus impresoras portátiles.
En el frontis del monumento la frase en dos líneas “La Nación a los Vencedores de Ayacucho” es lo primero que llama a la vista. Encima de ella hay esculturas de 3 metros de alto de los mariscales Antonio José de Sucre, Agustín Gamarra, José de la Mar, José María Córdoba, Jacinto Lara y Guillermo Miller. En la parte superior de ellos está un medallón de bronce con el rostro del Libertador Simón Bolívar, que no estuvo en la batalla por estar enfermo, pero comandaba el “Ejército Unido Libertador”.
En el lado derecho del albo obelisco, cuya estructura es de concreto armado recubierto exteriormente de mármol blanco, están las arengas del mariscal Sucre antes de la batalla: “¡Soldados! ¡De los esfuerzos de hoy, pende la suerte de la América del Sur! (…) ¡Otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia!”.
Testimonios
“Venir a Quinua es disfrutar de la historia que forjaron los patriotas en la batalla del 9 de diciembre“, expresó el señor Teófilo Quispe, un huamanguino que llegó con toda su familia al Santuario de Ayacucho.
En tanto, una pareja de esposos, Fernando y Evelyn, procedentes del distrito de San Juan de Lurigancho en Lima, llegaron al santuario por primera vez acompañados de sus dos hijos.
“Es impresionante este escenario, la verdad que es algo que todo debemos conocer y se siente una energía muy especial“, afirmó don Fernando mientras buscaba un buen lugar para tomarse una foto con su familia y perennice su visita.
La señora Lucila Ipenza, de Piura, acompañada de sus hijas, dijo sentirse muy emocionada por conocer un lugar tan importante en la historia del Perú y donde se libró la batalla de Ayacucho.
Un poco más allá un joven matrimonio con su hijo de meses de nacido y procedentes de Cañete, provincia al sur de Lima, expresaron estar muy impresionados de conocer el santuario que además de su parte histórica tiene un clima muy sano.
La batalla
La mañana del 9 de diciembre de 1824, las tropas peruanas comandadas por el general Antonio José de Sucre, estaba compuesta por 5,70 soldados en tanto la fuerza realista contaba con más de 9,000 efectivos, muchos de ellos veteranos de varias guerras.
La superioridad de los realistas no solo en número sino en posición de batalla, porque dominaban las alturas del cerro Condorcunca, era evidente, sin embargo la fuerza y el empuje de las tropas lideradas por los generales La Mar al mando de la división peruana; la primera y segunda división auxiliar colombiana, bajo los generales Lara y Córdova; y la división de caballería, al mando del general Miller , derrotaron a los españoles en una lucha cruenta que duró cuatro horas y tuvo como saldo unos 1,500 muertos por los españoles y más de 300 en los patriotas.
Al final el virrey La Serna no solo fue herido sino hecho prisionero y tuvo que firmar la capitulación que liberó del yugo español en definitiva a los países de Sudamérica.
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